Editorial: Hoy es para ponerse un poco serio, demasiado y necesario. De entrada diré, en las últimas 48 horas, han sido muchas las personas las que me han narrado su desazón por ver como no se cumplen los protocolos dictados por las autoridades sanitarias. Largas conversaciones me han dejado claro por parte de ellos y ellas, después del gran esfuerzo, todo se irá a la porra. Me han pedido que también cuente eso en mis editoriales e informaciones de cada día.

No seré yo quien diga como deben comportarse los residentes de un territorio cuando lo hacen rematadamente mal, en terrazas, vía pública, supermercados, farmacias, comercios, en general. Por no guardar las distancias, carecer de mascarilla, hacer lo contrario de lo que es preceptivo. Para eso está la Policía Nacional, Guardia Civil, Policía Municipal, e incluso el Ejército. O personas habilitadas como autoridad sanitaria en caso de pandemia. A ellos les corresponde hacer cumplir la ley cuando terceros afectados están implicados y debe primar el interés general.

Recibo imágenes de sus denuncias, audios con detalles al milímetro y ubicaciones, llamadas de teléfono para la reflexión, denuncias. En una de ellas mi interlocutor me asegura que, “está completamente decepcionado, nunca pensaba que después de tantos esfuerzos en colectividad, el primer día que nos dan la oportunidad nos saltamos todo lo recomendado, algunos incluso con burlas al coronavirus y otros asegurando que es mejor contagiarse y pasar de una vez este trauma y miedo”. Queda claro, porque todos estamos implicados y afectados en definitiva, hay muchas personas que les hubiese gustado que nuestro comportamiento fuese de otra manera.

Ayer miré encuestas y opiniones profesionales, solicité datos de porcentajes, escuché la TV y radio a quienes elevan la opinión pública a generalidad, repase lo que se publicaba durante todo el lunes y el martes bien cerrada las jornadas. Hay coincidencia, al menos el 10% de la población se ha echado a las calles y plazas rompiendo los protocolos y las órdenes para todos. Suponen 4,7 millones de personas, muchísimas menos que el resto de la población que suman 42,3 millones de ciudadanos, pero claro se notan bastante en el paisaje y mucho más cuando hacen algo que clama al cielo.

Ignoro cuales son las órdenes a las diferentes policías que ejercen en cada población y las autoridades autorizadas para reprender, advertir, multar, aconsejar, disuadir. Lo que está claro por las fotos que el repunte es una realidad. Ojalá sea débil y se pueda atajar sin problemas y tratándose de personas más jóvenes en el 90% de los casos, se pase sin notarlo. Además nuestro sistema sanitario está en plena forma y conoce a la perfección como realizar el ingreso, el tratamiento y lo intensivo. También hubo una opinión que me aseguraba, “conocemos al bicho muchísimo mejor y ahora al ser menor su fuerza de contagio lo vamos a dominar con todos los recursos que tenemos”.

Sea como fuere, mi opinión personal, es que cuesta muy poco comprar una docena de mascarillas en la farmacia (salen por menos de 12 euros) y tener siete en marcha para cada día de la semana. Tampoco es tan duro guardar la distancia de dos metros cuando uno está sentado en una terraza, va por la calle o entra en un supermercado.

Mucho menos difícil lavarse las manos a la salida de casa, entrada, y en cualquier acto que suponga presumibles infecciones. Entiendo a estos vecinos y residentes que se enfadan, no piden algo tan imposible, simplemente protegerse ellos, a sus familias, a los demás. Este virus asesino va directo contra toda la población. También deben hacerlo por esos sanitarios y quienes están en la primera línea que lo han dado todo por nosotros, muchísimos hasta con su propia vida. Un poco de por favor.

Conozco que viene lo peor todavía, una crisis económica sin precedentes, de hambre, una pandemia social que remontarla será un milagro. Por eso la vuelta atrás puede ser nuestro final. Entiendo a esas gentes que se rasgan las vestiduras porque hay un 10% de personas que después de repetirle las cosas miles de veces te sacan la lengua.

No saben, los primeros afectados serán ellos y generarán un gran problema a la colectividad. Saben, por mucha ignorancia que demuestren, que los médicos y sanitarios los atenderán sin dudar ni pestañear, aunque sepan cierto que les hicieron un corte de mangas varias semanas atrás, porque los de la primera línea no son como ellos, de eso también abusan. Rafael Gabaldón San Miguel.